
En un repecho pirenaico, a mitad de camino entre Adrall y Sort, la cuadrilla hacía piña alrededor de la caravana donde Juan Antonio descansaba. Por delante quedaba la noche más dura hasta el momento. A eso de las nueve de la noche, el convoy inició la marcha.
Con el ritmo que impuso el ciclista cualquiera diría que tiene prisa por llegar al Albujón. Pero a lo largo de estas más de cien horas de reto, cuando todo parece que va rodado se trunca la cosa. En este caso por la fiesta anual que se celebra durante la noche del 17 de junio en un lugar llamado Pobla de Segur. Casualidad. Muy características, si, pero inoportunas para el reto. Parón de media hora cuando apenas se había rodado una. De esa, tres cuartos se utilizaron para superar el Cantó, puerto de 1.725 metros con distinción de primera categoría.
El parón le empezó a introducir el frío en el cuerpo. Además el implacable dolor de rodillas había vuelto, alternándose de derecha a izquierda. Con éstas y con Pirineo por delante se topó con dos puertos de segunda. Para entonces pedaleaba de madrugada. Las pendientes superaban el 10% por tramos. No eran mucho peor que las gélidas bajadas. Especialmente en el puerto de Bonança, a 1.300 metros, donde el cuerpo empezó a pedirle cama. Conesa pidió parar pero la carretera desamparada no lo permitía. Había que llegar a Campo como fuera. Y desde la furgoneta de apoyo se temió más al sueño que al frío. La instrucción pese al descenso fue la de no dejar de pedalear. Tras la bajada, una decena larga de sube y bajas por montañas de nadie hasta Campo.
Desde las nueve de la mañana hasta las seis de la tard, el peluquero pedaleño a lo largo de un marco bucólico para el equipo pero imperceptible para el ciclista. Le dolía y mucho la rodilla. A 283 kilómetros de Sort, la parada en Yesa se precipitó, como el puente que obstruía la nacional. Había que coger autovía sí o sí. Prohibido en bicicleta a una media de 45 Km/h, a no ser que se vaya escoltado por la guardia civil. Así ha sido, pero esa es otra historia…la de mañana.
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