
La noche se las prometía pirenaicas, pero se empezó a torcer a medida que Juan Antonio se aproximaba al relieve. Las máquinas fallan, el cuerpo también.
A lo largo de 4.400 kilómetros no son pocas las bifurcaciones de regionales, comarcales, nacionales y autovías que se entraman dando lugar a la red carreteras. Por ello, el diseño de la ruta acarrea una responsabilidad difícil de sostener por sólo una persona. Nada descabellado resulta entonces apoyarse en el maldecido GPS para el ejercicio cartográfico. Este preámbulo explica la primera frenada hacia el pirineo.
La segunda, tiene nombre y apellido: Tendón Cuadricipital. No es el de Aquiles, es el de Juan Antonio, que lo ha llevado frito durante la mayor parte de la jornada. Ya de madrugada, y con un par de horas de pedaleo por el pre pirineo, el ciclista dijo basta y solicitó al fisio, que por entonces disfrutaba de sus primeras horas de cama desde que empezara la aventura. La marcha se recompuso, no así el cuádriceps del albujonero. Juan Antonio no quiso alterar los horarios e hizo su parada en tiempo. A eso de las 6 menos algo de la mañana llegábamos a Sant Jaume. Con la moral tan tocada como su tendón, se reunió urgentemente con el fisioterapeuta del equipo. A las puertas de los altos puertos, como el de La Molina, se dudó por instantes de que el ciclista fuera capaz de reponerse. Y no lo hubiese hecho de no ser por la mano del, a partir de ahora con mayúscula, Fisioterapeuta. Masaje, punción seca, acupuntura y suficiente ibuprofeno antes de hora y media de descanso.
Si los 133 kilómetros del pre pirineo fueron la cruz, los 155 de alto Pirineo hasta Avellanetes fueron la cara. Ni rastro del dolor. Hablemos de números. En las 56 horas de reto ha salvado un desnivel de 9.000 metros y ya ha recorrido 1080 kilómetros de los 4.400.
Sobran más palabras, ganan las cifras.
No Comments - be the first.