
Sólo quedan cuatrocientos kilómetros en bicicleta para que acabe la aventura. Cuatrocientos kilómetros solamente. Tiene su gracia, pero así lo concibe Juan Antonio. El equipo empatiza y entiende. Tú, que has seguido el reto, lo comprendes. Y a quien se le diga, le será difícil de asimilar, en caso contrario no será consciente de las vicisitudes, peligros y hándicaps que se ha encontrado el peluquero en la carretera.
Juan está circulando por Andalucía como chispa en mecha. Vejer, Medina, Tarifa, Algeciras, Marbella, Fuengirola, Benalmádena, Torremolinos y ¡BUM!…presumiblemente esta madrugada se va a plantar en la provincia de Almería. Descansará antes de que se haga de día y se volverá a lanzar a la carretera a sabiendas de que cuando se baje de la bicicleta todo habrá acabado.
Conesa ha dormido los amaneceres y nunca se ha preocupado por el paisaje. Por conocer la respuesta, no se le pregunta si se ha fijado en esa vaca que parecía mirarle, ni siquiera es capaz de decirte lo que acaba de comer. El equipo estaba al tanto de que este ejercicio le podía trastornar a nivel mental. Pero en el plano psicológico no ha existido ningún episodio crítico. Se ha mantenido en los umbrales de la cordura. Décima arriba, décima abajo.
Andalucía no trae nada nuevo. Un alto de la Guardia Civil, un ingreso en nacional reconvertida en autovía, un océano, un mar, la belleza del paisaje patrio y algo de lluvia. En lo concerniente al ciclista sí. Parece que el dolor de cuádriceps parece diluirse y no se contempla un (im)posible abandono. Tampoco que vuelva a necesitar asistencia médica de urgencia. Suena la emisora cuando es casi media noche:
-¿El antiinflamatorio cuándo me toca?
– El último te lo tomaste hace siete horas, ¿puedes esperar un poco o te lo damos?
– Me lo tomo ya –sentencia el ciclista-.
Y es que la experiencia dice que todavía no se puede cantar victoria.
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